Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

La voz a ti debida, Pedro Salinas

martes, 22 de octubre de 2013

Gigantes y enanos


A raíz de la lectura de un pasaje de Alicia en el país de las maravillas, les propuse a mi alumnado de 2º ESO-B que escribiesen una redacción sobre cómo sería su vida si midiesen un metro más y cómo sería ésta si midiesen un metro menos.

Estos son algunos de los trabajos presentados:


Inés de Pablo Franco 

 

UN DÍA COMO GIGANTE


Hoy ha sido el día más extraño de mi vida. Esta mañana me desperté en el suelo, pensando que me había caído de la cama. Me levanté y un buen coscorrón me pegué. Allí estaba yo, midiendo dos metros más de lo habitual. Mis padres vinieron a ver por qué había gritado hasta que casi explotaron  mis pulmones, y es que al verme los dos tuvieron que doblar sus cabezas de hormiga y mirarme sorprendidos.
Las primeras palabras que pronunciaron me sorprendieron, no parecían extrañados: 
 «Menudos cambios hay en la adolescencia».


 UN DÍA COMO ENANA


 Todo estaba oscuro y no pude evitar pensar que todavía estaba soñando. Pensaba que me encontraba en una cueva, pero al palpar soñolienta las paredes me percaté de que eran las mantas de mi cama. Intenté apartarlas lo suficiente para hacer un pequeño hueco por el que salir. Pesaban mucho. Nunca pensé que quitar mis cálidas y ligeras sábanas pudiera costar tanto. Al final y con esfuerzo, se vio la luz. Cuando estuve fuera de mi prisión me encontré a mis padres observando el lecho anonadados, pero no me miraban a mí, no parecían percatarse de lo pequeña que era. Grité y comprobé que tenía la voz de pito. Me reí y al parecer me oyeron y se fijaron en que yo, su hija, había encogido hasta tener la altura de un pulgar.
Sus palabras me sorprendieron, no parecían extrañados:
«Menudos cambios hay en la adolescencia».


Alejandra Gallardo González

 

DIARIO DE UN GIGANTE


Querido diario:
Mi vida en este mundo no es nada fácil.
Hoy he salido de casa por la mañana y todo el mundo me ha mirado con caras raras y de miedo. Me he sentido muy mal.
Paseando, vi un cartel indicando que había una promoción para ir al cine y pensé: " Es una buena idea, ahí todo está oscuro y nadie me podrá ver".
Pero lo del cine no fue tan bien como yo creía. Por mi gran tamaño, nadie veía la pantalla y todo el mundo se quejaba y me gritaba.
¡Ojalá existiera un mundo para gigantes como yo!



DIARIO DE UN ENANO

Querido diario:
Hoy creo que ha sido el peor día de toda mi vida.
Primero he ido al colegio. Llegué y me senté en la segunda fila, porque la primera ya estaba ocupada. No veía a la profesora, no veía la pizarra y encima ¡tampoco llegaba a la mesa!
Al salir del colegio, pensé que nada podría ir peor, pero me equivoqué.
Mi madre me mandó ir a hacer la compra y fui, pero no me acordé de que ¡no llegaba a las estanterías!
Puf... Esto de ser tan bajito, no es nada bueno.
¡No deberían hacer las cosas tan altas!  o  ¿será que yo debo crecer?




Javier Sola Gregorio 

 

 UN DÍA COMO GIGANTE


 Me levanté a las ocho menos veinte para ir al instituto. Me vestí con mi camiseta preferida talla XXXXXXXXL. Desayuné cuatro tostadas y una botella de Cola-Cao. Dije adiós a mi padre, mirándolo desde arriba. Me monté en el autobús y me choqué con el techo. Hice los deberes de Lengua, estrenando mi nuevo lápiz de 25cm. Al llegar a casa almorcé y estudié. Luego fui a jugar al baloncesto. Cuando llegué a casa, estaba muy cansado, así que decidí acostarme en mi cama de 4 metros.


  UN DÍA COMO ENANO


Me levanté a las ocho y cuarto para ir al colegio. Me vestí con mi camiseta talla 4-5 años. Desayuné un biberón y media galleta. Mi padre se despidió de mí dándome dos besos de rodillas. En clase dijeron mi nombre y no me vieron entrar, así que me pusieron falta. En Educación Física jugamos al escondite y ¡cómo no! , yo gané. Por la tarde fui al hipódromo a practicar hípica, no con un caballo, sino con mi perro Stuart. Ya en casa me acosté en mi cama de un metro a las diez.



 Helena Ros Sotomayor

 DIARIO DE UN GIGANTE 

Día 11 de octubre de 2013

Como siempre me he levantado de mi cama, desayuno y ordeno todo lo que tengo desordenado. Como he visto que me faltaba pan para el mediodía, he salido al supermercado a por él.

Esta vez cuando he salido de casa, la vecina no se ha asustado. Me ha saludado, pero todavía sin confianza. Todavía me acuerdo del día que llegué: la vecina no paró de chillar. Cuando le decía que no iba a hacerle daño, más fuerte gritaba ella.

Siempre me hacen lo mismo, por eso cuando pasa un turista y se pone a gritar, no intento calmarlo, porque no sirve de nada.

¡Ojalá fuera como los demás!

Cuando entré en el supermercado cogí el pan y algunos que otros caprichos. Como siempre he tenido que comprar el triple de todo.

Cuando llegué a mi apartamento dejé la compra: cada cosa en su sitio. Cuando terminé, salí a la calle a dar un paseíto. Me fui al parque donde todo el mundo va allí a descansar.
Como todos los días que voy al parque, me siento en un césped grandísimo que hay allí. Yo no suelo ir allí para descansar, sino para oír lo que dicen muchos. Como por ejemplo un chico que dice: “Ojalá fuera más alto. Me han dicho que con mi altura solo puedo llegar a ser un base, pero lo que yo de verdad quiero ser es ala-pívot”. O como las chicas tan arregladas que dicen: “Tengo que volverme más alta o si no, no podré aspirar a ser modelo”. Me sorprende ver cómo la gente tiene distintos puntos de vista, ellos desean ser altos y yo lo soy. Algo curioso.
Cuando volví a mi apartamento no tenía ganas de comer y me fui a la cama.
Como otro día más,  me despido de ti querido diario.

                                             DIARIO DE UN ENANO

Día 11 de octubre de 2013 
Querido diario:
Cuando me he levantado esta mañana, en mi mesa he encontrado un regalo. Hoy es mi cumpleaños. Como siempre mamá me ha regalado ropa, pero la talla es siempre la misma, así que solo es ropa nueva. He ido a la cocina a desayunar y al ver a mi madre terminar el delicioso desayuno que me había preparado, le he dado un beso en la mejilla. El otro día ella me dijo que mi comida se llamaba “migas”. Me gusta bastante, pero no suelo hacerle mucho caso.
Cuando acabé, salí de la ratonera, como suelo llamar a mi casa. Al salir, tuve que ir con cuidado de no despertar al gato. Según mi madre, el tío de mi abuela murió porque ese gato se lo había comido.
Después de salir de la enorme casa, me fui hasta el parque. En mitad del camino… ¡Un hombre casi me pisa! Increíble… Y es que nadie nunca va mirando al suelo.
Me senté en mi piedra habitual donde paso el día disfrutando de la brisa y del paisaje. Cuando se hizo de noche, volví a casa entrando sigilosamente para que no me viera nadie.
Cuando llegué a la mesa ya estaba preparada con una suculenta cena servida. Como siempre, me comí todo el plato. Me despedí de mi madre y después me vine al cuarto a Men mi diario. Buenas noches querido diario.



María Fernández Doncel



DIARIO DE UN GIGANTE
*Día especial*

Todas las mañanas, al despertar de mi gran cama, voy a buscar el desayuno.
Tropiezo con algunos árboles y llego al estanque, donde se encuentra el agua potable y los pecezuelos.
Cojo un cubo de agua de 5 litros y lo lleno entero de agua, busco fruta en el árbol de la Grandeza y ya tengo mi desayuno preparado.
Después de desayunar, me doy un paseo por el pueblo (con mucho cuidado, no vaya a pisar a algún humano) pero nunca hay nadie, porque me tienen miedo.
Un día, estaba paseando y había un niño en la calle llorando. Le pregunté qué le pasaba y él me respondió que había perdido a su madre y que le iba a comer. Yo le dije que nunca me comería a un humano o animal, porque soy vegetariano y que le ayudaría a encontrar a su madre.
Cogimos confianza rápido, pues le encantaba ir en mi mano y ver el pueblo sobre las alturas.
Más tarde encontramos a su madre escondida en el Ayuntamiento del pueblo, junto a un grupo de amigos. Todos lloraban.
Al ver a su hijo, se sorprendió y pensó que le iba a comer, pero cuando se lo entregué, me pidió perdón. Desde aquel día ya nadie me tiene miedo y soy amigo de todo el pueblo.


DIARIO DE UN ENANO
*Día especial*


Imaginaos todos que sois más bajos que una mesa: ¡Ahí estoy yo!

Mi día empieza a las nueve, cuando me levanto y voy a pasear a mi gran cobaya Diana.

Al pasear volvimos a casa cansados y desayunamos unas "mini-oreo".
Más tarde fui otra vez a pasear, pero esta vez a comprar al mercadillo del pueblo. Cosa que odio, porque todo el mundo va sin cuidado y, ¡cómo no!, me pisan.
Compro las verduras en oferta (aunque me cueste llegar a las estanterías) y voy para casa.
Iba andando de vuelta cuando a lo lejos veo algo brillar. No sabía lo que era.
Me acerqué hasta tal punto que lo diferenciaba y vi algo fuera de lo normal: un diamante.
Nerviosa, no sabía qué hacer pero, finalmente, opté por cogerlo.
Lo llevé a casa y lo examiné: Era verdadero y dentro tenía grabada la imagen de una estrella.
Ésta empezó a brillar y al cabo de unos segundos la estrella desapareció y en mi ropa apareció una estrella. Esto significaba que tenía tres deseos.
Tenía la opción de volverme más alta, pero no lo hice porque mi vida así era perfecta: Me encantaba  no llegar para hablar con una persona, no llegar a pedir un recado, a coger algo... (aunque no lo parezca, claro) Me sentía especial, porque ya no quedaban muchos como yo.
Solo pedí: que me trataran bien y no como a un monstruo, felicidad y salud.
En el pueblo, ya tenía muchos amigos y más tarde, cuando les conté lo del diamante, me volví famosa, jejeje... ¡Ya tenía amigos y podía disfrutar con Diana, mi cobaya!

 

Miguel Ángel Chaves Rodríguez

Un día como gigante

Me despierto a las siete y media y lo primero que hago es buscar una camiseta y unos pantalones que sean flexibles. 
Salgo de casa para ir al colegio, pero no puedo ir en autobús porque no quepo por la puerta, tampoco en coche...
No me puedo pedir un bocadillo en la cafetería, porque no me llena...
La mochila me la hace mi madre con tela y los libros los tengo que fotocopiar en papel de un metro de grande... ¡Así todos los santos días!
 Aunque muchos quieren ser como yo, se arrepentirían. 

Un día como enano 


Ya con trece años y mido medio metro
Me levanto un sábado y lo primero que hago es medirme y... ¡No crezco ni a la de tres!
 Estoy harto de tener que comprarme ropa para niños de 4 años. Los zapatos son un sin vivir, no me gustan sin cordones
Me pasé todo el día pensando en que quería ser más grande y cuando por fin me fui a dormir mi madre me dijo: "Míralo por el lado bueno eres muy, muy, muy especial"



 

Y después de tanta historia de gigantes y enanos, os dejo el enlace de un gigante de verdad llamado Agustín Luengo. Es una historia sorprendente que bien pudiera pasar por ficticia. Este artículo apareció publicado este verano en el diario El País: Agustín Luengo, gigante de España.